La primera Bienal Internacional de Valparaíso abrió sus puertas al público el 6 de septiembre de 1973. Sólo 3 días después se clausuraría el evento luego de que se produjera el golpe de estado a Salvador Allende.

Los años siguientes, y organizada siempre por el municipio, logró sobrevivir y adquirir notoriedad a nivel continental, especializándose en gráfica, pintura y escultura. Los trabajos premiados eran adquisiciones que pasaban a formar parte del patrimonio municipal. La Bienal fue descontinuada en 1994 por falta de financiamiento y ausencia de espacios adecuados para la exhibición de las obras.

Después de 30 años de ausencia, y desde el 19 de abril, la Bienal vuelve a realizarse bajo el título “Territorios y ciudadanías críticas. Biopolíticas de la memoria”. El primer territorio a considerar es el de la misma ciudad base, móvil y cambiante. Fragilidad que se presenta como valor, donde las artes se encargan de interpelar de forma comunitaria y crítica a su contexto. La gran mayoría de los artistas participantes son originarios de la zona.

El evento se desarrolla en tres sedes principales: el Parque Cultural de Valparaíso – Ex Cárcel. Galería Municipal y Museo Baburizza, con la participación de otros lugares aledaños. Se seleccionaron 85 artistas de 9 países, y 60 obras.

El comité curatorial está conformado por Paula López Droguett (curadora local), Karen Pazán (curadora nacional) y Hernán Pacurucu (curador internacional y director de la Bienal de Cuenca de Ecuador) Fueron ellos quienes evaluaron y seleccionaron las residencias artísticas y las obras expuestas. Paula Lopez-Droguett mencionó: “es un hito súper importante para la región, que se perdió y se dejó de hacer durante 30 años. Retomarla es una oportunidad no sólo para mí que puedo tener esta experiencia directa, sino para la ciudad completa y el país. Es una Bienal que tiene una historia política súper interesante y tenemos la responsabilidad de mantenerla y llevarla a cabo”.

Sobre los temas a tocar, menciona la curadora, “el criterio de selección emerge, no se impone. Los temas trabajados por los artistas se agrupan y se presentan en diálogo; una reflexión que se teje en conjunto y que permite ampliar la lectura de las obras”.

En la declaración de intenciones curatoriales se menciona la importancia de mantener la paridad de género en esta edición, algo que no sólo no sucedió en las once ediciones previas, sino que apenas hubo una sola artista mujer que ganó el primer premio de la bienal, Patricia Israel.

La percepción que deja la Bienal es la de haberse concentrado en una dimensión más regional, favoreciendo en primer lugar el fortalecimiento de la escena local. Seguramente el mayor atractivo del evento estuvo puesto en las actividades y performances que formaron parte de la programación, todas con una cantidad de público importante, lo que remarca la necesidad de activar estos espacios de discusión y encuentro en torno a las artes visuales y a las problemáticas que las mismas evidencian.

Compartimos algunas de las obras expuestas:

Isidora Paz Gonzalez Kukulis (1997). “A ella la conozco a través de fotografías, a él todavía lo veo”

Exhibe una serie de fotografías en cianotipia, impresas sobre telas superpuestas. Esta superposición de imágenes genera un efecto tridimensional en las mismas, que evoca la memoria colectiva y personal, permitiéndonos reflexionar sobre los recuerdos que hacen a nuestra identidad. Los paisajes y retratos se entrelazan, develando las imágenes ocultas que desde la historia oficial se procura olvidar

Esta obra ganó el Premio del Público, entregado según votación electrónica en tótems ubicados en cada lugar que albergó la muestra, llevándose el reconocimiento como la obra más votada.

Viviana Silva Flores (1985). “Insondable”

Una instalación compuesta por 324 saquitos de té, reciclados y cosidos, que portan los nombres de 200 mujeres víctimas de femicidio en Chile desde el año 2017. La vulnerabilidad de los materiales manifiesta la fragilidad a la que las mujeres se encuentran inmersas, ante los casos de violencia de género, cuyas estadísticas no disminuyen a pesar de ser un tema cada vez más presente en la agenda de los medios y las discusiones políticas. Implica a la contemplación y el recuerdo de esas vidas perdidas, enfatizando la importancia de la memoria colectiva ante esta lucha. Cientos de nombres que vuelven a aparecer, en un intento imposible de retenerlos por la constante aparición de nuevos casos que diluyen a los previos.

Rodolfo Muñoz Araya (1990). “Blenden”

La operación de la obra de Rodolfo consiste en la observación y registro del comportamiento arquitectónico presentado por diversas instituciones ligadas al capital –principalmente bancos- durante el estallido social de 2019, la mayoría de las cuales vallaron o blindaron sus accesos para evitar la rotura de vidrios y el ingreso de la gente.

La inaccesibilidad de estos espacios representa para el autor la clausura y la ceguera de estos organismos frente a las demandas sociales que planteó la ciudadanía en las calles durante la revuelta de octubre. Se insta un cuestionamiento acerca de cómo se protege el capital, conservado a salvo en estos edificios blindados. “Blenden” propone una mirada crítica precisamente desde el blindaje, la arquitectura y el capital. Es una invitación a cuestionar las grandes instituciones y sus reacciones a través de fotografías en gran formato de las fachadas.

Una obra semejante no escandalizaría a ningún argentino, ya que son imágenes que no sólo hemos visto reiteradas veces en fotografías de artistas y reporteros gráficos, sino escenografías con las que hemos convivido a lo largo de largos meses luego de la crisis de 2001-2002, cuando todas las instituciones financieras vallaban sus instalaciones para evitar que la furia del pueblo destrozara sus instalaciones.  

Sin embargo, la obra de Rodolfo generó una polémica absurda en estas semanas de exhibición, siendo cuestionada por los diputados Luis Sánchez y Andrés Celis. El diputado Sánchez (del Partido Republicano) adelantó que denunciará a la municipalidad de Valparaíso, “exigiendo que transparente a todos los vecinos, cuántos recursos se gastaron en esta presentación ideológica y extremista” e indicó que “una vez más vemos cómo el alcalde Sharp usa los recursos de los porteños para organizar actividades ideológicas”

Ambos acusaron al artista y a la Bienal de adoctrinar a la niñez y encontraron dónde expresar su opinión: en las indignadas páginas del diario El Mercurio de Valparaíso, que se consideró vulnerado ya que una de las fotografías incluye el incendio que afectó al edificio que aloja al diario durante el estallido social.

Bajo el titular “Obra que respalda el estallido social y que se presenta en la bienal”, el diario exigió una censura por parte del municipio, algo que ni siquiera sucedió durante las exposiciones realizadas en dictadura.

Finalmente, esta semana se entregaron los premios oficiales. La videoinstalación “El mar entrará lentamente” de la artista Paloma Villalobos fue elegida como obra ganadora, que se basa en una crítica al extractivismo y exceso de explotación a la naturaleza, a partir del ejemplo de la megapiscina privada de un condominio de Algarrobo.

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