Inauguración: Lunes 5 de marzo, 18.30hs
Artistas: Maximiliano Bellmann ׀ Teresa Giarcovich ׀ Lucila Gradín ׀ Santiago Licata
Curaduría: Evelyn Marquez
Fundación Beethoven, Av. Santa Fe 1452
Hasta el 13 de abril
HERBARUM
Las creímos dóciles, inocentes. Sin embargo las plantas son capaces de desarrollar estrategias increíblemente complejas para sobrevivir. Construyen relaciones entre ellas, comunicándose a través de una red reticular que transmite impulsos eléctricos entre las raíces; perciben el sonido y las formas; detectan la duración del día y la noche; tienen memoria; son capaces de desarrollar defensas químicas que las vuelven venenosas para evitar ser devoradas.
La vegetación también encontró la forma de volverse atractiva para los artistas y fue inmiscuyéndose en el arte de manera cada vez más intensa desde el Renacimiento. Tímidamente las plantas comenzaron a enmarcar los retratos de los aristócratas, las escenas de cacería. Invadieron los jardines rococó donde las señoritas se divertían o tomaban el té. Arrasaron con todo a su paso en el Art Nouveau, inspirando motivos orgánicos y arborescentes, a través de líneas que imitaban las fuerzas naturales, entrelazándose. Sus teóricos argumentaban que existe en el hombre una exigencia psicológica inevitable que lo impulsa hacia lo orgánico.
Esa presencia ya no menguó y continúa hasta el día de hoy, donde 4 artistas contemporáneos se reúnen en Herbarum hilvanando un interés común: las plantas y la vegetación.
Lucila Gradín realiza una profusa investigación sobre la naturaleza cosmopolita. Tomando como punto de partida la flora autóctona de la ciudad de Buenos Aires, cataloga y clasifica, armando un herbario en base a un jardín porteño. Selecciona las plantas que son de su interés y las retrata, buscando capturar un instante de su transitoriedad. Indaga en el proceso de colonización vegetal, el cual instrumentaliza a los animales para que transporten su polen y sus semillas. En su jardín fosilizado no hay jerarquías humanas: la maleza, los yuyos y las flores guardan la misma importancia.
Maximiliano Bellmann analiza las características morfológicas de las células vegetales y de las estructuras que la componen, a través de una mirada microscópica. Las cualidades simétricas que facilitan la reproducción se hacen presentes. Cuanto más se organiza la simetría mayor será el alcance de su desarrollo.
Durante mucho tiempo se creyó que cuanto más evolucionado era un organismo, más genes tenía. Sin embargo, cuando el instrumental científico fue capaz de llevar a cabo estas mediciones, se descubrió que el genoma humano contenía 26.000 genes en su conformación. Para sorpresa de los investigadores, el genoma del arroz alcanza los 50.000. Las hipótesis debieron ser reformuladas.
Santiago Licata elige materiales provenientes de la naturaleza para dar inicio a sus obras. Sobre una capa de cera de abejas con la que recubrirá toda la superficie del papel, comenzará a delinear las formas orgánicas que cobrarán vida en su interior. Paisajes urbanos, organismos vegetales, raíces que se entretejen en las profundidades muy por fuera de nuestro campo de visión, simulando una red neuronal por medio de la cual se obtendrá y compartirá información del entorno, entablando un enigmático sistema de comunicación entre pares. Mientras las raíces se rinden a la gravedad y se hunden en lo más profundo para llegar al agua, en un movimiento contrario los tallos ascienden hacia la luz, para alcanzar el sol y los fotones que les permitirán crecer.
Teresa Giarcovich construye sus imágenes mediante una superposición de textiles traslúcidos. Confecciona un palimpsesto en el que conviven y contrastan la delicadeza del material, la suavidad de los colores elegidos, y la crudeza que toma por asalto sus imágenes, inmiscuyéndose en una iconografía que articula lo floral y lo fantasmático. Las capas se interceptan como recuerdos difusos, rozando lo indefinido; se convierten en sombras espectrales cuyos límites somos incapaces de determinar, forzándonos a hilvanar una perspectiva posible.
Llegamos a convencernos de que las habíamos domesticado. Y sin embargo, no somos más que sus parásitos: sin las plantas no podríamos sobrevivir. Nos manipulan obsequiándonos bellos y deliciosos frutos para que las transportemos por todo el mundo, mientras las cuidamos y replicamos; persuadiéndonos de que somos los humanos los que las elegimos, mientras ellas silenciosamente llegan a invadir, incluso, nuestro arte.
Evelyn Marquez