Por Evelyn Marquez
Un lugar común y casi cliché en el imaginario de quienes no se encuentran vinculados al mundo archivístico, es la imagen de un territorio oscuro, quieto, inmóvil, colmado de papeles, documentos, antigüedades que pocas veces se revisitan y consultan.
Sin embargo, los documentos de archivo que componen los espacios de custodia han tenido vidas muy activas, han desatado revoluciones, conspiraciones, y hasta han cambiado el curso de la historia en infinidad de oportunidades, hechos que sucesivamente desmintieron esta falsa pasividad documental.
Para tomar decisiones con respecto a la gestión y administración, la archivística aplica el llamado “ciclo vital”, para determinar en qué estado de vigencia se encuentra el archivo en ese momento y definir qué destino tendrá en cada instancia. La incorporación de este principio ha sido resultado de una serie de conceptos biológicos aplicados a numerosas disciplinas, principalmente desde el siglo XVIII.
Este ciclo vital, en tanto método de organización utilizado desde comienzos del siglo XX, consta según Vazquez (2004) de tres instancias principales. En una primera edad, el documento es planificado y redactado considerando la información pertinente, el soporte en el cual se realizará y la tramitación que le será necesaria.
La segunda edad está marcada por la entrada en vigencia del documento, muchas veces determinada a partir de la firma de alguno de los actores involucrados. Es la etapa donde se encuentra plenamente activo y comporta su valor máximo, ya que ha sido creado para eso, para testimoniar, probar o promover lo que su contenido refiere.
Cuando la vigencia culmina y el documento se conserva durante un plazo precaucional, aparece la tercera edad, en la cual se toma la decisión de conservarlo con fines de consulta histórica y pública, o se destruye por considerar que carece del valor necesario.
Este artículo se propone analizar algunos casos que ejemplifican las etapas de este ciclo vital, y cómo su ruptura ha provocado consecuencias inesperadas y hasta catastróficas.
Los cuadernos de quejas
En 1774, Luis XVI asumió el trono de la nación francesa. Una década después, el descontento del pueblo parisino ante las condiciones de vida tan desiguales en las que se encontraba se hacían cada vez más manifiestas. Los tintoreros, las industrias, las curtiembres y empleados de numerosos oficios vertían sus desechos tóxicos en el río Sena. Los contaminantes eran tan vastos, que se hacía imposible consumir agua de sus afluentes e incluso respirar cerca.
Ante las manifestaciones frecuentes, el rey decidió lanzar un sondeo nacional en el que le preguntaba a los ciudadanos franceses cuáles eran los problemas que padecían que pudieran resolverse desde el Estado, en un intento por aplacar la ira de la gente permitiéndole desahogarse. Con estas quejas se completaron nada menos que 25.000 cuadernos. Los mismos fueron leídos en audiencia pública en mayo de 1789 e inmediatamente archivados, ya que resolver los asuntos que planteaban, entre ellos el alto nivel de contaminación del agua, implicaba gastos que el estado monárquico no estaba en posibilidades de asumir.
Estos cuadernos fueron considerados por sus mismos productores, como podríamos decir en la archivística moderna, al final de su ciclo vital: de repente inactivos, ya sin vigencia y por ende sin necesidad de una respuesta oficial. Sin embargo, el pueblo francés no fue de la misma opinión, politizándose ante la puerta abierta que había implicado la posibilidad de una participación ciudadana que pretendió darles voz.
Los parisinos se enfurecieron por la indiferencia ante sus pedidos y sugerencias. Convencidos de que tenían derecho a una vida digna, de la misma forma en que se le exigían obligaciones, exigieron que estos sean respetados, y lo hicieron mediante sucesivas revueltas que culminaron en la Revolución Francesa de 1789.
Estos cuadernos recibieron el nombre de “Cahiers de doléances” (Cuadernos de quejas) y hoy en día se encuentran disponibles para la consulta pública en el Archivo Nacional Francés.
Considerar un archivo vigente, en carne viva y con la tinta aún fresca, como caducado antes de tiempo, fue contraproducente hasta el punto de costarle la vida al rey y a su círculo aristocrático pocos meses después.
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano

En este mismo contexto revolucionario del julio francés, se escribió uno de los documentos más paradigmáticos de la civilización humana que se conserven: la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. El mismo funcionaría más tarde como base para avivar el fuego revolucionario en muchos otros puntos del globo, inclusive en el nuestro.
El documento estipula que si un gobierno niega los derechos allí enumerados (vinculados a la igualdad de los ciudadanos ante la ley y el acceso igualitario a los derechos a la libertad, la propiedad, la seguridad, entre otros), debe ser destituido. El rey Luis XVI fue obligado a firmar la declaración contra su voluntad, lo que implicaba que al ser la suprema autoridad de la Nación en ese momento, estaba dando inicio a su período de vigencia y de máximo valor.
Siendo el rey el primero en incumplir con todos los principios estipulados, esta firma constituyó la trampa que justificaba su propia eliminación como monarca, en pos de un gobierno ciudadano más igualitario y democrático. La historia culminaría con su ejecución en 1793 en la Place de la Concorde.
Este documento fue seleccionado en el año 2003 por la UNESCO para integrar la lista del Registro de la Memoria del Mundo, que recopila el patrimonio documental de interés universal, con el propósito de asegurar su preservación.
Conflictos diplomáticos: el archivo de Kafka

Al morir, Franz Kafka dejaría a cargo de su amigo Max Brod numerosas cajas con todo tipo de material, pidiéndole por escrito que destruya todo su contenido. Conociendo el talento de su amigo, Brod hace caso omiso de esta petición, ordenando parte del material y extrayendo de allí tres novelas que pronto publicaría, aunque el resto permanecería prácticamente desconocido para el público.
Las cajas pasarían por sucesivas manos hasta que sus herederos decidieron sacarlas a la venta a través de un método insólito: determinando su valor por kilo, sin discriminar su contenido. Sin embargo, y de una forma poco ortodoxa, respondían así al principio de respeto al orden original de los documentos, evitando la fragmentación que implicaba venderlos sueltos y resguardando la separación de un conjunto, que es de dónde adquiere su valor.
En ese momento se desataría una disputa entre instituciones de países diversos, que se autoadjudicarían el derecho a conservar, catalogar y poner a consulta pública todos esos papeles desconocidos, almacenados por décadas. Los principales Estados involucrados fueron Israel, a través de su Biblioteca Nacional y Alemania, por medio del Archivo Alemán de Literatura. Los discursos esgrimidos del gobierno israelí justificaban su pertenencia en la religión judía, bajo la cual Kafka había nacido, ya que consideran al escritor como un activo cultural que responde a su pueblo, asimilando ser judío con supeditarse al Estado Israelí, sin importar el país de origen de la persona en cuestión.
Por otra parte, el Archivo Alemán de Literatura justificaba su derecho de posesión sobre las cajas en haber sido el país en el cual Kafka vivió durante muchos años y el alemán la lengua que adoptó para su escritura, siendo él originario de Praga, antigua Checoslovaquia y por ende teniendo al checo por su idioma natal.
A través de los escritos de Kafka puede deducirse, e incluso leerse explícitamente, su falta de identificación tanto con el pueblo judío (mucho menos con el israelí, que nunca conoció) como con el pueblo alemán y su idioma, que le resultaba un tanto inabarcable y complejo.
Finalmente, el gobierno israelí fue quien ganó el litigio que pretendía disputarse la pertenencia cultural de Kafka, ya que no podían hacerlo sobre su pertenencia geográfica. Butler cuestiona que el libre acceso a los documentos en Israel sea tal, debido a los permanentes conflictos bélicos que, por un lado impiden el ingreso de personas de ciertas nacionalidades al país y por otro genera grandes movilizaciones en artistas, intelectuales e instituciones de todo el mundo que se niegan a entrar en contacto con organizaciones israelíes a causa del genocidio permanente perpetuado en la Franja de Gaza.
Durante casi un siglo, estas cajas y valijas repletas de material desconocido desafiaron toda pulsión archivística. En un estado de latencia, esos papeles escapaban a todo tipo de clasificación y nadie sabía en qué estado de su ciclo vital podrían ubicarse. Probablemente, para su productor muchos de ellos no pasaron de la instancia de su primera edad, el momento de planificación, ya que no los consideraba aún listos para compartir y menos para publicar y darlos a conocer. Seguramente, muchos de ellos entraron en vigencia absoluta al ser descubiertos, manipulados, leídos, editados y comentados públicamente por primera vez, siendo ahora su estado infinitamente más activo que un siglo atrás cuando fueron generados. Porque un archivo sin uso y sin lectores, ¿es acaso un archivo?

Expurgos precoces e intencionados
Uno de los procesos más comprometidos y difíciles de asumir en archivística es el del expurgo, la destrucción de documentos, cuando entran en su tercera y última fase, al considerar que resultan irrelevantes o repetitivos, por lo cual su conservación no se justifica.
Desde que se constituyó como disciplina, y se buscó definir sus elementos, se estableció que un documento posee cualidad de testimonio. Tiene valor probatorio y se constituye en un instrumento que da fe de un hecho probándolo o justificándolo. En ocasiones, este valor probatorio puede resultar altamente comprometedor para los productores involucrados, al punto que deciden eliminarlos para no dejar huellas testimoniales que permitan acusarlos en el futuro.
El 5 de febrero de 2014, Buenos Aires amaneció con la noticia de un gigantesco incendio en el barrio de Barracas, que destruyó los depósitos de la empresa Iron Mountain, dedicada al almacenamiento de archivos, principalmente de instituciones bancarias. El siniestro fue de tal magnitud que en el intento por controlarlo murieron 10 personas, 8 bomberos y 2 agentes de Defensa Civil.
Poco tiempo más tarde, los peritos de la División Siniestros de la Policía Federal Argentina y del Instituto Nacional de Tecnología Industrial postularon en sus informes que el incendio había sido causado de forma intencional.
Iron Mountain Inc. es una empresa estadounidense, cuya página web ofrece “almacenamiento seguro para documentación y datos. Mantén todos tus archivos físicos, datos electrónicos, soportes de datos y otros archivos seguros en una ubicación remota con acceso rápido”.
En el siniestro se perdieron cajas pertenecientes a más de 600 empresas. La investigación que buscaba conocer las causas del incendio, llegó a develar un “presunto acuerdo entre Iron Mountain y sus clientes para eliminar evidencias de potenciales delitos de carácter económico”. Encontraron cajas con el rótulo “lavado de dinero” vinculadas a BNP y el JP Morgan, que perdió 4000 de un total de 4400 cajas; datos de fideicomisos de Cablevisión, del Grupo Clarín, y de Sideco, que perdió una caja con el rótulo de «Coimas Perú». El banco HSBC perdió curiosamente todas las cajas que estaban rotuladas como «Lavado de Dinero» y «Lavado de Dinero Premier».
El hecho que vuelve más verosímil la hipótesis de la intencionalidad es que este no es el primer incendio sufrido en una sede de Iron Mountain, sino que fue precedido por al menos 4, en establecimientos de la empresa en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, en los cuales desaparecieron infinidad de documentos corporativos de numerosas empresas.
La protección a todas estas empresas a través de un expurgo planificado, consensuado e ilegal de sus archivos tuvo como implicancia la muerte de personas inocentes y completamente ajenas a las circunstancias en cuestión, en una causa que aun hoy no termina de resolverse.
Bibliografía
Butler, J. (2014). ¿A quién le pertenece Kafka? y otros ensayos. Santiago de Chile: Palinodia.
Cuáles son las empresas involucradas en el incendio de Iron Mountain (2015, Marzo 9). Telam. Recuperado de https://www.telam.com.ar/notas/201503/97399-iron-mountain-incendio-empresas-involucradas.html
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Déclaration des droits de l’homme et du citoyen. Assemblée nationale. Archivos Nacionales. Recuperado de https://www.siv.archives-nationales.culture.gouv.fr/siv/rechercheconsultation/consultation/ir/consultationIR.action?irId=FRAN_IR_057573&udId=A1_385&details=true&gotoArchivesNums=false&auSeinIR=true
Gabella, P. Leer la Revolución Francesa: Los cahiers de doléances (1789). Proyecto Clío. Recuperado de http://clio.rediris.es/n30/cahiers.htm
Iron Mountain: revocaron la prescripción de la acción y el sobreseimiento de tres imputados (2017, Julio 12). Ministerio Público Fiscal. Recuperado de https://www.fiscales.gob.ar/fiscalias/iron-mountain-revocaron-la-prescripcion-de-la-accion-y-el-sobreseimiento-de-tres-imputados/
Vázquez, M. (2004). Administración de documentos y archivos. Planteos para el siglo XXI. Buenos Aires: Alfagrama.