Ingmar Bergman es uno de los directores más reconocidos de la historia del cine. De origen sueco, es probablemente la personalidad más sobresaliente de la cultura de su país. No sólo se ocupó del cine, su faceta más trascendente, sino que también realizó gran cantidad de obras de teatro, ficciones para televisión, trabajó como guionista y publicó numerosos escritos y monografías. Su trabajo abarca toda la segunda mitad del siglo XX y la excede.

En este artículo vamos a centrarnos en algunas de sus obras cinematográficas y en particular, en el poderoso rol que le otorga al mundo femenino dentro de ellas.

En el cine de Ingmar Bergman, las mujeres ocupan un espacio indiscutiblemente protagónico. Para empezar, con sus actrices: a lo largo de su extensísima filmografía que supera las 50 películas para cine y tv, Bergman maneja un manojo muy reducido de actores que reitera una y otra vez, asumiendo papeles muy diversos. Tres de sus principales actores fetiches fueron  Liv Ullmann,  Bibi Andersson y Max Von Sydow.

Hablaremos en principio de dos películas muy cercanas en su fecha de filmación. El film «Persona» (1966) se centra en dos personajes femeninos; una de ellas, una actriz de teatro famosa y bellísima, pierde la voz en medio de una escena ante su público y es internada. Con la certeza de que su mudez no tiene causas físicas, sino que simplemente se basa en un capricho que la impulsa a dejar de hablar, la doctora que la atiende le adjudica una enfermera para que se encargue de cuidarla. Luego de instalarse ambas en una casa junto al mar, los roles parecen invertirse y la enfermera aprovecha el silencio de su paciente para buscar en ella una amiga y descargarse. De modo similar a si estuviera ante un psicoanalista, le relata toda su vida, sus problemas, anécdotas e ilusiones. Con el paso de los días van entablando una relación que en algunos momentos rozará la rivalidad y el rencor.

El escenario de «Shame» (1968) es el de la guerra civil que se sucede en alguna parte del territorio europeo que no es mencionado explícitamente, pero que puede ser cualquier lugar, ya que la situación se presenta como universal en el momento en que fue filmada.
Una pareja de músicos huye de su casa para instalarse en una isla que por ahora se ha mantenido al margen de los conflictos bélicos. Allí se dedican al cultivo de hortalizas y la cría de animales de granja para sobrevivir y adaptarse al nuevo entorno sin generar sospechas. El equilibrio económico del matrimonio se mantiene gracias al trabajo constante y la persistencia de la mujer, Evan, ya que su marido se distrae permanentemente en ensoñaciones acerca de lo que perdieron o lo que podrían llegar a ser, restándole interés en el tiempo presente.

En Persona, los personajes masculinos son inexistentes; solo existen en el relato de las mujeres. En el fondo, ambas sienten incomodidad y hasta una cierta repulsión por las parejas que las acompañan, por lo que implícitamente dilatan el tiempo de recuperación para evitar volver a sus hogares y a su rutina doméstica. En una época en que las mujeres se encuentran cada vez más insertas en el mundo laboral, las dos protagonistas trabajan y tienen su independencia económica, lo que las hace sentir incómodas con el mandato social de tener que unir su vida a la de un hombre, que principalmente en caso de la enfermera; sienten que no es el correcto para ellas. El caso de la actriz es aun más extremo, ya que no solo no se siente completamente cómoda con la idea de un matrimonio, sino que siempre quiso huir del mandato universal de la mujer como madre; cuando quedó embarazada hizo lo posible para evitarlo y al no lograrlo, trata de mantener distancia con respecto a un hijo al que realmente no quiere. Se desmiente así la fantasía de un supuesto instinto maternal que se cree nato en el género femenino.

En Shame el personaje masculino se muestra como un cobarde, resulta exasperante en su lentitud y falta de determinación, en contraposición a la actividad infatigable de su mujer. Ella es que va primero y él simplemente la sigue.

En estas películas los hombres son dependientes e incapaces de tomar decisiones importantes. Cuando Jan, el protagonista de Shame, cree superar esta cobardía, envalentonado por haberse visto capaz de asesinar a alguien, no se vuelve valiente, sino decididamente cruel e insensible.

En “Gritos y susurros”, una producción del año 1973 y ya en colores, el abanico de personalidades femeninas en mucho más diverso. Tres hermanas de diferentes edades se juntan después de cada una haber tomado su rumbo, en la casa de una de ellas, Agnes, quien está sufriendo una grave enfermedad y necesita cuidados permanentes ante unos dolores que la dejan tendida en una cama. Las otras dos, distanciadas desde hace años, simulan mantener la concordia mientras la enferma esté presente, pero cuando se encuentran solas salen a relucir sus desavenencias, sus problemas pasados y presentes.

Como para no plantar un estereotipo de mujer, las cuatro que forman parte de la trama tienen características muy diversas. Karin, la mayor de las hermanas, es rígida, severa, seria, hiriente. No cumplió sus expectativas y está casada con marido que odia; detesta el sexo y todo  contacto físico. Profundamente insatisfecha parece buscar a su vez el malestar de los demás. María es la más joven de las tres. Infiel, silenciosa y aparentemente la más comprensiva, termina siendo la más fría y despiadada.

La idea de los amores prohibidos sobrevuela toda la película: una mujer adúltera que engaña a su marido con el doctor; la mucama Anna y la adoración que siente por su señora. Algunas de estas escenas rondan lo lésbico,  al igual que sucede en Persona, donde el acercamiento de las actrices es tal que incluye caricias, besos y miradas profundas.

Algo que llama la atención es la preeminencia que ocupa el tema del aborto, que aparece mencionado en varias de las películas de Bergman, sin emitir juicios morales al respecto. Esta aproximación resulta probablemente muy de avanzada en el cine de las décadas del 50 y 60. En el caso de Persona, al quedar embarazada, la enfermera accede al pedido de su futuro marido, quien la incita a abortar. No se resiste porque en el fondo de su ser sabe que ese hombre no es el indicado para ella y no quiere un lazo tan fuerte que lo ate a él como es un hijo. En el film Fresas Salvajes, realizado una década previa, en 1957, la nuera del protagonista, encarnada por Ingrid Thulin se muestra indiferente y firme ante las presiones y amenazas de ruptura de la relación que le arroja su marido, quien no está dispuesto a traer hijos al mundo. Pero no hay nada que tuerza la opinión de una mujer que quiere ser madre sin importarle ningún tipo de prejuicio que pueda recaer sobre una madre soltera en la sociedad conservadora de la época.

Estas mujeres se encuentran conmovidas por un drama, que en Persona es interno y sucede en el ámbito de la psicología de los personajes, y en Shame externo, como es el caso de una guerra que le sirve de contexto. Más allá de las dificultades con las que puedan encontrarse, son mujeres que se sacrifican por lo que piensan o sienten, poniendo incluso su cuerpo en juego; mujeres inquietas, que van al frente, que no se conforman con el rol de amas de casa que les depara el casamiento por esos años y que buscan resguardan su autonomía para tomar sus propias decisiones.

 

 

Apostillas a Bergman. Porqué «El séptimo sello» es un drama shakespeareano

«Diez años en Tierra Santa, mordidos por serpientes y moscas, masacrados por los salvajes,envenenados con vino apestoso, contagiados por mujeres, pudriéndonos con las fiebres; todo, por la gloria de Dios» 

7 sello afiche

Esta película estrenada en el año 1956 trata de dos historias paralelas, por un lado la de Antonius Block, un caballero que acompañado por su escudero, vuelven a su casa en Suecia luego de pelear durante una década en las Cruzadas, defendiendo los ideales de la religión cristiana, pero sin creer por completo en los fundamentos de ésta. Por otro lado tres actores de circo recorren los pueblos para montar su espectáculo y así ganarse la vida.

En las grandes tragedias de Shakespeare, a menudo ocurre que el protagonista, que generalmente es quien le da nombre a la obra, no suele ser tal, sino que se presenta opacado de alguna u otra manera por un personaje secundario que es quien realmente lleva las riendas de los acontecimientos. Por ejemplo, en Hamlet es Horacio, el mejor amigo del príncipe danés, quien parece tener las cosas más claras, quien brinda consejos y su apoyo psicológico. De la misma manera, será él quien finalmente se muestre con capacidad para gobernar el reino.

Mientras, Hamlet se debate entre múltiples dudas que lo aquejan y lo paralizan, no pudiendo decidir si lo correcto es actuar y vengar el asesinato de su padre y la usurpación de su poder o dejar que simplemente los acontecimientos se sucedan por si solos.
En Otelo, ocurre algo similar, aunque las intenciones de este personaje secundario son diametralmente opuestas a las del buen Horacio. El protagonista indiscutible de esta obra no es el guerrero moro, sino su sirviente y escudero, el malvado Yago, quien movido por la envidia que le genera su amo trazará un maquiavélico plan para verlo destruido y desprestigiado.

Volviendo al film de Bergman, con estructura narrativa semejante a Shakespeare, resulta ser Jons, el escudero del señor feudal,  el que demuestra ser el más sabio y honrado. Hace justicia cuando lo considera necesario, salva vidas, aconseja, defiende a los débiles. Mientras, su amo se muestra confundido y cuando se le presenta la muerte para llevárselo, toma conciencia de que ha desperdiciado su vida sin hacer nada bueno. Años atrás por su temperamento débil y poco reflexivo, se dejó convencer fácilmente cuando lo incitaron a participar en las Cruzadas. A medida que la muerte lo acecha y se le aproxima cada vez más, sus dudas se multiplican, llegando incluso a dudar de la existencia de Dios, por el que puso en riesgo su vida. Duda de la existencia de un infierno o un paraíso, para llegar a la conclusión de que él es pura inconsciencia.

Los actores de circo cumplen un papel semejante al de los bufones que entretienen a los nobles de los dramas de Shakespeare, quienes aparentan locura por sus chistes, sus vestimentas, maquillajes y juegos, pero que son los únicos que se animan a decir las grandes verdades, resguardados tras su disfraz. Al cruzarse en el camino con Antonius Block, compartirán sus escasos alimentos y los entretendrá con sus espectáculos.
Tanto en las obras del dramaturgo inglés como en film del director sueco, más allá de lo que los personajes hagan para modificar su vida, su destino ya fue decidido desde el primer instante, y nada les permitirá escapar de él y del desenlace que les tiene deparado.

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