El pabellón argentino, ubicado en Arsenale, está conformado por las obras de Nicola Costantino, la artista seleccionada para representar en esta ocasión a nuestro país con la obra “Eva, una metáfora contemporánea”. La curaduría a cargo de Fernando Farina disponía las obras a lo largo del espacio, con un recorrido de forma progresiva por las cuatro instancias de la muestra.
La exposición giraba en torno a la figura paradigmática de Eva Perón, cuyos rasgos, peinados y actitud eran interpretados por Nicola, retratándola en distintos aspectos de su vida cotidiana.
El primer sector en el que se ingresa consta de una videoinstalación de grandes dimensiones y dispuesta en forma de semicírculo, rodeando a los espectadores. Veíamos allí el interior de la casa de gobierno con sus diversos ambientes, un living, un escritorio, un sofá, un juego de comedor. Transitando estos ambientes aparecía Eva, activa, diligente, corriendo de un lado para otro; con su traje sastre firmando papeles, con vestido de fiesta a punto de salir a una soirée; ovacionada por una multitud al asomarse a la ventana balcón; en bata, cansada y enferma, entregando sus últimas fuerzas.
En el segundo espacio nos encontramos ya materialmente dentro de su habitación. La cama, los cortinados, la alfombra, los espejos. Cuando el espectador se detenía entre los dos espejos que se encontraban en el centro, el del tocador y otro de cuerpo entero, se producía el truco. Evita aparecía en el reflejo, arreglando su tocado o vistiéndose. Mientras en uno se reflejaba de frente, en el otro veíamos su espalda, como si ella estuviera ahí, corpórea y al lado nuestro, o incluso como si ella fuéramos nosotros mismos, que aparecíamos reflejados con su rostro y su ropa.
El trazado final de la muestra se corresponde con sus últimos momentos de vida. Costantino reconstruye en hierro el supuesto arnés que Evita debió llevar por debajo de sus vestidos el día de la reelección presidencial de su marido, ya que la debilidad a la que la condenaba su enfermedad era tal que no podía mantenerse en pie durante un tiempo prolongado sin ayuda.
La última instalación, de carácter más poético, viene acompañada de un video donde se ve a la artista dando forma a la obra, y consiste en una camilla de morgue de metal frío, cubierta por una montaña de cristales con forma de gotas. Estos aluden por un lado a las lágrimas derramadas por la gente luego de su muerte, así también como a las gotas de lluvia que cayeron ininterrumpidamente a lo largo de los catorce días que duró su funeral.
Si bien elegir una obra que represente al país vinculada a la figura de Evita puede parecer una movida marketinera, ya que implica apelar a una de las figuras más trascendentes a nivel internacional de la historia argentina, tomada incluso por Hollywood en más de una oportunidad, la instalación se manifiesta como una obra muy humana y esencialmente bella, en el sentido más tradicional del término; en un contexto en el cual la mayoría de las obras expuestas eran de índole más conceptual, abstracta, de materiales fríos y colores apagados, con excepción de la sala curada por Cindy Sherman. La obra de Costantino le aporta a la Bienal un grado de sensibilidad y emoción de la que pocas obras pueden jactarse.