Es la retrospectiva más grande que se haya hecho hasta el momento en Brasil de la obra de Salvador Dalí y decididamente la muestra más sorpresiva que yo haya visto. Escapando a las imágenes más conocidas y obvias que se nos vienen a la mente cuando pensamos en la tradición surrealista explotada por Dalí, nos encontramos con un panorama de obras menos expuesto y difundido pero no por eso menos interesante.
En la primera sala encontramos obras iniciáticas, y por qué no, un tanto erráticas, de prueba, sin un carácter definido ni propio, cuando siendo muy joven comenzaba su carrera pictórica copiando a las tendencias y los artistas del momento.
Un retrato tradicionalista de su padre realizado en 1920, resuelto con trazos rápidos y poco detallistas nos da la bienvenida.
La influencia de Picasso, Braque o Juan Gris se hace patente en estas primeras pinturas, ya que Dalí visitó sus talleres luego de haber sido expulsado de la Academia de Bellas Artes de Madrid y se sintió invadido por el aire de renovación que estos jóvenes artistas estaban impregnando en la pintura del siglo XX. Sus investigaciones y nuevos contactos lo llevan a dar un vuelco en su trayectoria, hacia lo que él denominará más tarde como su método paranoico-crítico.
Además de las pinturas al óleo, la exposición es muy rica en ilustraciones y dibujos en papel. “Flor dalinae” es un conjunto de 10 estampas, realizadas en calcografía, aguafuerte y stencil en 1968. Esta serie está basada en los motivos florales de Pierre Joseph Redouté, un artista belga del siglo XVIII, a los que Dalí imprime su impronta surrealista, incluyendo incluso autorretratos como partes constituyentes de las flores catalogadas.
Las 12 exquisitas ilustraciones que fueron concebidas para acompañar el libro de Lewis Carroll, “Alicia en el país de las maravillas” valen por sí solas la visita a la muestra. Editadas en 1969, cobran cuerpo en ellas los principales personajes de este relato, surrealista si los hay, en los que una niña curiosa persigue a un conejo apurado que no deja de mirar el reloj, lo que la llevara a sumergirse en un mundo muy diferente al de su cotidianeidad. Podemos encontrar allí a la reina de corazones con sus lacayos, la oruga fumadora y por supuesto a la intrépida Alicia, que cambia de tamaño con cada bocado que come.
La retrospectiva fue curada por Montse Aguer, directora del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Dalí e incluye 24 pinturas y 135 dibujos y grabados. Las obras pertenecen en la mayoría de los casos al Museo Reina Sofía.
Instituto Tomie Ohtake, San Pablo.
Hasta el 11 de enero de 2015
Entrada gratuita