van gogh

En Primera Persona es una nueva sección de Temporada de Relámpagos en la que recuperamos declaraciones de los artistas de todas las épocas, realizadas por ellos mismos, sin intermediación de interpretaciones de ningún tipo. En este primer artículo nos ocupamos de la figura de Vincent Van Gogh y reproducimos aquí una de las cartas enviadas a su hermano Theo.

«No me sorprendería que los Impresionistas dijeran que mi estilo ha sido más fecundado por las ideas de Delacroix que por las de ellos. Delacroix, un pintor de raza, que llevaba el sol en la cabeza y la tempestad en el corazón. En Delacroix es esto precisamente lo que encuentro hermoso:que haga sentir la vida de las cosas, su expresión y su movimiento; en él no se trata únicamente de la paleta. Esta cuestión de maridar la forma con el color, quizás la raíz de toda la pintura figurativa, está relacionada de manera sorprendente con el dibujo que modela directamente con el pincel. Considerar dibujo y color como una sola cosa es lo que no hacen muchos: dibujan con todo, menos con el color. Comienzo a dominar el procedimiento con la misma facilidad con que escribimos. Son muchas veces tan fuertes la exaltación, la seriedad del sentimiento de la naturaleza, que uno ni siquiera siente que trabaja. Entretanto surgen las pinceladas una detrás de otra, y se continúan como las palabras en una conversación o en una carta… Hay que forjar el hierro mientras esté caliente… Entonces sigo sintiendo la vida, cuando echo afuera el trabajo en forma salvaje…

Tan solo, tan aislado, cuento con la exaltación de ciertos instantes y entonces me dejo arrastrar hasta el exceso. En muchos momentos se apodera de mi una clarividencia tan espantosa… Las emociones que me sobrecogen delante de la naturaleza se exageran en mí hasta el desmayo. Conozco instantes en los que el entusiasmo se exalta hasta la locura o hasta la profecía.

Todo lo que trabajé según la naturaleza fueron castañas, que retiré del fuego. ¡Ah! Aquellos que no creen en este sol de aquí son casi ateos. Querido hermano, tanto en la vida como en la pintura puedo pasarme muy bien sin el buen Dios, pero como hombre doliente, no puedo privarme de algo que es más fuerte que yo, que es mi verdadera  vida, la fuerza de crear… Quisiera decir con cuadros una cosa que consolara como la música; quisiera pintar hombres y mujeres con esa eternidad cuyo signo fue en otro tiempo la aureola, y que nosotros buscamos en la irradiación, en la luminosidad de nuestros colores. Pero eso no impide mi tremenda necesidad – si se me permite la palabra- de religión. No admiro para nada el «Cristo en el Jardín de los Olivos» de Gauguin…, me temo que busco otra cosa en las composiciones bíblicas. No, en sus interpretaciones bíblicas no me he mezclado nunca.
Si me quedo aquí no intentaré hacer un «Cristo en el Jardín de los olivos»; haré mas bien la cosecha de las olivas, tal como todavía se ve por aquí; si encuentro en ella las verdaderas proporciones de la figura humana, entretanto podrá irse pensando en aquello. Entendámonos, en mi no hay historias bíblicas.»
– Cartas de Van Gogh. Buenos aires, El Ateneo, 1950.
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