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Lorena Guzmán es cordobesa. Desde hace unos años vive entre Florencia y Madrid; quizás sea por eso que muchas de las obras exhibidas en su muestra de la galería Vasari llevan títulos en italiano. Inclusive el nombre de la exposición es mitad en español, mitad en italiano (“Una china nella scarpa”).

Quienes han visto sus obras anteriores habrán notado que los colores no abundan en su producción. El blanco ha sido hasta ahora su color predilecto. Sin embargo en esta muestra incorpora por primera vez el dorado, logrado con polvo de bronce sobre las figuras de resina epoxi.

Su cuerpo de obra nos aproxima a un universo animal exótico, alegórico, deforme y hasta aterrador; una mitología conformada tanto por relatos vinculados a narraciones históricas y sagradas como a una mitología propia, que exhibe su visión sobre acontecimientos recientes y futuros.

La obra que nos recibe al ingresar se llama “El monstruo de Buenos Aires”. Su historia se remite al siglo XIX, cuando decenas de biólogos, naturalistas, científicos y artistas se pasearon por América mapeando todo lo que encontraban en su camino. En su paso por Buenos Aires, uno de estos biólogos presenció el nacimiento  de un potrillo con una malformación. Al volver a Europa convirtió sus recuerdos y bocetos en dibujos que dejó asentados en un libro. Allí apareció el registro de este animal deforme al que denominó “El monstruo de Buenos Aires” y del cual Lorena hace su versión, devolviéndolo a la tridimensionalidad que alguna vez habrá tenido el animalito cíclope, si es que acaso no fue una tergiversación o una invención de las que abundaban en la época.

Las aves y los sapos son protagonistas en esta muestra, y ambas especies se encuentran en “Intelligere animals inteligentia”, la versión de los hechos reconstruida por Lorena acerca de una de las matanzas animales más extrañas y misteriosas de las últimas décadas. En el año 2005 aparecieron muertos cerca de mil sapos en los alrededores de un estanque de Hamburgo, hinchados hasta el punto de explotar y arrojar sus entrañas a metros de sus cuerpos. Después de mucho tiempo de investigación sobre la escena del crimen, un especialista en anfibios dio con la clave: todos los sapos muertos tenían una incisión circular a la altura del estómago, y a todos ellos les faltaba el hígado.

Una especie de cuervos muy inteligente que habitaba en la zona fue hallada culpable. Al parecer, las aves habían percibido que la piel de los sapos resultaba venenosa para ser ingerida, pero que sus hígados podían convertirse en un buen alimento, así que encontraron la manera de abrirlos con sus picos y comerlos. Sin hígado, los órganos de los sapos, que carecen de costillas, no tenían cómo sostenerse y sus pulmones crecieron desmedidamente hasta estallar. La disección de las aves había sido propia de un cirujano.

l guzmanGuzmán se vale también de personajes mitológicos para actualizarlos con situaciones contemporáneas, que surgen no como producto de leyendas sino como resultado de la acción del hombre sobre la manipulación genética aplicada sobre los animales. Una reversión del can Cerbero, aquel famoso perro de tres cabezas y cola de serpiente, encargado de cuidar la puerta del Hades para que ningún muerto salga y ningún vivo ente, se convierte aquí en un chihuahua con ojos extraviados y cabeza doble. Desde hace tiempo los hombres comenzaron a alterar las razas de perros mediante la selección genética, buscando conseguir un determinado comportamiento, un pelaje, una estructura corporal. Sin embargo, uno de los métodos de selección para obtener estas razas puras es el cruzamiento endogámico, el cual consiste en cruzar a perros con lazos sanguíneos directos. Este comportamiento puede traer aparejados todo tipo de consecuencias y malformaciones en su desarrollo.

Con un montaje exquisito y decenas de historias interesantísimas en las que adentrarse e investigar, la exposición de Lorena Guzmán se afianza como una de las imperdibles en la cartelera porteña.

 

Hasta el 17 de noviembre

Galería Vasari. Esmeralda 1357. CABA.

Lunes a viernes de 11 a 20 hs

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lorena guzman