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La Bienal de Arte Joven de Buenos Aires llega en el 2017 a una nueva edición, cada vez más diversificada en cuanto a las disciplinas abarcadas. En el campo de las artes visuales se llevó a cabo un concurso de proyectos a desarrollar, cuyos resultados se exhiben actualmente en el Centro Cultural Recoleta. Los proyectos elegidos fueron 6 y los artistas a cargo tuvieron 3 meses previos de trabajo en el Centro Metropolitano del Diseño.

Las obras realizadas a lo largo de este proceso de producción y tutorías pueden visitarse hasta el 1 de diciembre en las salas 3, 4 y 5 del Recoleta.

img_0025.jpgAngeles Ascúa elaboró una serie de  estandartes de grandes dimensiones. Proveniente de Rafaela, provincia de Santa Fe, Ascúa recuerda que los estandartes son un símbolo de recurrente presencia en los carnavales, de fuerte impronta en la provincia.

La artista decidió trabajar con historias de la localidad de la cual es originaria, eligiendo por ejemplo la confusa y poco certera fecha de fundación de la ciudad, que carece de un día preciso para los festejos; las válvulas de motor fabricadas allí, generadas en cantidad necesaria para abastecer a buena parte de la producción mundial; una heladería barrial y otros episodios de la vida rafaelina que se materializan en esta colección de recuerdos bordados. El título que le da nombre al conjunto es “Piel de empedrado, corazón de leche y trigo”, frase que forma parte del himno local y que hace alusión a las características asignadas a la ciudad.

 

IMG_0024Nacha Canvas, artista de la ciudad de Ushuaia, desarrolló en esta ocasión una instalación de grandes dimensiones, “Friso”, en la cual conforma un paisaje natural. La obra está elaborada con polvo de arcilla de diversas tonalidades y estadios a la cual intenta modelar y dar una forma que por la volatilidad del material, poco puede perdurar sin desvanecerse o  desmantelarse.

 

El Grupo Karicia, compuesto por Lil Lilen y Julián Solís Morales, basó su proyecto en una investigación realizada sobre el puerto de San Isidro, el cual se encuentra fuera de funcionalidad desde que la empresa que la gestionaba, la Compañía Naviera del Litoral, cerró en 1979. Gran cantidad de familias se han establecido y han conformado su hogar en este barrio improvisado desde entonces.

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Este año la gobernación de Buenos Aires anunció el desalojo del barrio y las familias que lo habitan, para derribarlo y construir un parque en su lugar. Luego de meses de entrevistar a los vecinos para conocer su situación, estudiar la arquitectura sobre la que se construyeron las actuales viviendas, el Grupo Karicia proyectó su instalación como una forma de generar empatía con la historia de los habitantes de este barrio y visibilizar el conflicto por el que están atravesando. Construyeron una estructura de madera que remite al imaginario portuario y atraviesa la sala en prácticamente todo su ancho, reproduciendo sobre sus paredes grafitis y escrituras encontradas en el lugar.

Santiago Delfino sitúa en la sala una máquina rural que en los días previos a la apertura de la muestra utilizó para dispersar a lo largo de una línea bien definida un camino de arena con semillas entremezcladas. A los pocos días, las semillas comenzaron a germinar, generando un cerco de plantas verdes, las cuales con el correr de los días se fueron amarilleando ante la falta de luz natural. Esta obra viva se va modificando permanentemente a lo largo de la duración de la exposición. Lo paradójico de la obra es que la base donde este camino de arena y semillas se asienta es un piso de parquet, cuyas maderas intercaladas reproducen la planta de un departamento, con sus respectivas habitaciones demarcadas.

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IMG_0031Ramiro Quesada Pons trabaja también con la noción de organicidad y actualización permanente. Su instalación se encuentra compuesta por estructuras de grandes dimensiones, algunas de ellas plenamente geometrizadas y de líneas rectas, mientras otras de ellas guardan una semejanza con formas naturales.

Alguna asociación que desconocemos llevó a Ramiro a desarrollar un vínculo visual entre una serie de términos con los que estaba interesado en trabajar y la morfología  que esa palabra podría adoptar en el espacio. Esos tótems representan entonces conceptos, que se encuentran acompañados al ras del piso por una serie de imágenes propuestas por los buscadores de internet al tipear el concepto en cuestión. Los resultados arrojados son impresos y adheridos al suelo, incrementándose en forma constante entre la inauguración y el cierre de la muestra, asemejando los procesos de actualización y archivo permanente de Google.

 

Alfredo Frías aporta la única pintura presente en la muestra, rompiendo con la preeminencia casi absoluta del género instalativo. Su título es “Apuntes visuales para la reconstrucción de una historia negra”.  El protagonista es el cuarto de un detective, un policía quizás, encargado de resolver un crimen que tuvo lugar en Tucumán. Un crimen real según Alfredo, pero el detalle morboso del nombre de la víctima poco importa. El centro está puesto en el modus operandi de la investigación, fotografías, pistas, reconstrucciones. La habitación contiene todo lo que el investigador necesita para vivir, una cama, elementos de cocina y hasta un horno. La obsesión por la resolución del crimen probablemente no le permita alejarse demasiado del recinto donde abnegadamente revise las pistas una y otra vez hasta dar con el culpable.

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Hasta el 1 de diciembre

Centro Cultural Recoleta

Entrada gratuita

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