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“Cómo hablar de cosas que no existen” es la denominación de la 31º Bienal de San Pablo. Podríamos pesar que esas cosas que no existen pueden ser fantasmas, ilusiones, cuestiones que como diría Platón, son pertenecientes a un mundo sensible de realidades aparentes, opuesto a un mundo de las ideas, un mundo de lo que realmente es.  Sin embargo, poco de figuras imaginarias y mucho de realidad es lo que conforma el eje de esta megaexposición internacional. Aquello que no existe y sobre lo que resulta dificultoso expresarse es de los sectores de la sociedad que en su diversidad,  atentan contra el status quo reinante, en un ambiente patriarcal, moralista y religioso como el que predomina en buena parte del mundo.

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Aparentes minorías con sexualidades diversas que escapan a la dicotomía básica, comunidades indígenas, agrupaciones políticas con reclamos no contemplados por los gobiernos de turno, movimientos estudiantiles y grupos feministas, colores de piel de todas las tonalidades habidas y por haber y un larguísimo etcétera sin el cual poco queda de una sociedad que se precie de tal.  Que no existen porque tienen escasa participación en los medios y en los sectores de poder, más que para ser estigmatizados, demonizados o mostrados como la otredad.

Esta es la postura de los curadores de la Bienal, visibilizar y recobrar la entidad de los sectores sociales excluidos, mediante una selección de artistas que en sus trabajos hacen directa o indirectamente alusión a estas problemáticas.

El resultado es una postura moralmente intachable, políticamente correcta en demasía y una denuncia a las injusticias cotidianas de las que de una  u otra forma todos formamos parte.

Lo más interesante haya sido tal vez el acercamiento a las pequeñas comunidades y culturas locales, que deja en evidencia incluso otras estructuras de pensamiento diferente a la de los circuitos dominantes.

El arte siempre funciona como un reflejo de la sociedad, muchas veces incluso como un reflejo anticipatorio, oracular de lo que vendrá. Hace años que las artes plásticas tornaron manifiesto un desdibujamiento entre sus  disciplinas. Al decir de Elena Oliveras, se puso en evidencia  la levedad de sus límites. Esta misma levedad es la que encontramos de forma cada vez más explícita en otros ámbitos de la sociedad. La condición de las sociedades contemporáneas claramente escapa a los planteos maniqueos y simplistas. Catalogar a una persona o a un grupo en categorías estanco es algo cada vez más inaceptable.

Un punto que considero de desacierto dentro de la selección de las obras, estuvo principalmente en el campo del video. Un porcentaje muy importante de las obras expuestas en la bienal pertenecían al género del videoarte, lo que implica un tiempo más extenso del que se le suele dedicar a la apreciación de cada obra. Y no sólo las proyecciones se multiplicaban en cada piso del Pabellón Matarazzo, sino que la extensión de las mismas era excesiva, ya que en su mayoría tenían un tiempo de duración que iba entre los 30 y los 50 minutos. En un evento de tamañas dimensiones, con una oferta tan amplia y difícil de abarcar, resultaba imposible dedicarle tanto tiempo a la visualización de videos tan extensos, y solo daba como resultado salas vacías y gente que salía ahuyentada al ver el tiempo de duración en las nomencladoras.

Definiremos a continuación cuáles fueron las obras más interesantes de esta nueva edición de la Bienal brasilera.

Los imperdibles. Parte 1

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El ingreso a la bienal está acompañado por un mapa de grandes dimensiones, delineado con tinta directamente sobre la pared del pabellón por el chino Qiu Zhijie, calígrafo de formación. Con más de 16 metros de extensión, esta cartografía, que poca relación guarda con la disposición continental del planeta Tierra, se divide en 3 partes: “El mapa del parque”, “El mapa de la utopía” y el “ Mapa de la historia revolucionaria”.

Lo que hallamos en sus contenidos poco tiene que ver con una DSC06737recolección de nombres de países y ciudades. Se constituye más bien como un mapa de conceptos, donde figuran términos provenientes de grandes movimientos políticos, biológicos y económicos; conquistas sociales, déficits, recursos naturales, ideas, deseos, catalogaciones varias, todos ellos atravesando cordilleras, mares, accidentes geográficos y penínsulas.

La utilidad de este mapeamiento de exegesis universal es dudosa, ya que su vida útil acabará junto con la finalización de la muestra, cuando la pared será repintada para quedar disponible para la llegada de una nueva bienal. Ninguna situación, idea, concepto o utopía resulta eterno en este mundo, donde todo es producto de una subjetividad que se modifica con el tiempo.

«Breakfast». Leigh Orpaz

Si hay un grupo sectorial demonizado por excelencia es la juventud, un estadio de autoconocimiento, de moral dudosa y neglicencia.

El video “Breakfast” de Leigh Orpaz se sitúa en una fiesta, un lugar bailable, donde cámaras infrarrojas que permiten filmar imágenes en la oscuridad captan a jóvenes mientras bailan y se contonean, solos o apretujados, transpirados, embebidos en el sopor del alcohol y el vapor húmedo que los rodea. Bajo el blanco y negro de la filmación y el ritmo de la música electrónica, las personas se asemejan a zombies, con la mirada perdida y los cabellos desaliñados. La cámara ralentiza los movimientos y el extrañamiento se vuelve mayor. Estos seres producen una sensación de inquietud que crece a cada momento, junto con la latencia de una situación explosiva que puede iniciarse con cualquier movimiento. Una nimiedad es capaz de detonar una masacre o un acto de canibalismo encarnizado.

«Wonderland», Halil Altindere

Otra obra que interrelaciona juventud y música pero con un sentido muy diferente es “Wonderland”, de Halil Altindere. Allí los jóvenes no están en una postura pasiva, moviéndose al son de una música predeterminada por otros, sino que son ellos mismos los que conforman una banda de hip hop con discurso de barricada, cuyas letras reclaman contra los atropellos que el estado turco comete contra sus propios habitantes. En formato de videoclip, esta banda ya existente hace su descargo con rimas violentas, denunciando la expropiación de asentamientos y poblados antiquísimos de una región llamada Sukulule, ubicada en el centro de Estambul y que por su ubicación estratégica se convirtió en una zona propicia para la construcción de emprendimientos inmobiliarios de lujo. Estas acciones del gobierno son resistidas por toda la comunidad y Altindere se suma a los reclamos uniendo el campo artístico con el musical.

Continuará…

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