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De la retrospectiva monumental de Marina De Caro en el MAMBA, me interesa centrarme en particular en la instalación que ocupa el segundo piso del museo.

En contraposición a las salas de la planta baja en donde prima la luz, aquí la oscuridad es pregnante. «Podes dar la vuelta alrededor pero no entrar», me dice el señor de seguridad que se encuentra apostado en la entrada.

Un montículo informe de tela negra ocupa buena parte del espacio central de la sala. En algunos tramos del recorrido, el camino se cubre de cerámicos esmaltados de colores por los que debemos transitar para poder rodearlo.

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Como eje conceptual de esta instalación De Caro toma prestado un término de la astrofísica para aplicarlo al campo del arte en general y a su producción en particular.

Un agujero negro es una trampa de la que ni la luz puede escapar, una estructura de masa colosal con un gran potencial destructor. Existe una región misteriosa que rodea al agujero negro  más allá de la cual nada es inmune a su atracción. A ese punto de no retorno se lo conoce como «horizonte de sucesos» y lo que sucede allí se desconoce por completo. Las partículas que se aproximan al horizonte de sucesos adquieren una velocidad elevadísima, lo que provoca que choquen unas contra otras, generando colisiones violentas, expulsando parte del material hacia el exterior a una velocidad cercana a la de la luz. Este material proyectado llega a nosotros en forma de ondas electromagnéticas, como son los rayos gamma o los rayos x.

alta038De Caro inserta dentro de este agujero negro obras antiguas, de décadas anteriores, de las cuales no podemos vislumbrar prácticamente nada. Sólo en un pequeño sector, una luz que emerge de las entrañas de esta oscuridad amenazante, proyecta una silueta contra las paredes, único indicio acerca de lo que hay en su interior. Cuando el camino se angosta y no queda otra alternativa que caminar por sobre los cerámicos de infinitos colores que materializan al horizonte de sucesos, me acerco demasiado, rozo la tela y fantaseo con la idea de ser engullida por la instalación. En las paredes hay cuadros colgados de épocas más recientes, realizados hace un año, tres, cinco. Cerca pero no tanto; por ahora sobreviven ilesos, pero en cualquier momento podrían ser reabsorbidos y desaparecer.

alta039Sin embargo, todo en la sala es de una prolijidad exasperante, todo colgado perfectamente, cuidando las formas, el montaje, la estética de ese objeto informe y monstruoso.

Si la exposición toma como punto de partida un concepto tan caótico y violento, ¿por qué seguir manteniendo en su diseño los cánones de una exhibición clásica, prolija y ordenada, con las obras perfectamente niveladas en la pared? ¿Por qué no correr ni un mínimo riesgo y acercar el montaje a la idea que se está intentando presentar, para que no se anulen uno con el otro sino que se enriquezcan?

Recuerdo las palabras del guardia y llego a la conclusión de que lo que no me deja entrar en la instalación es esa distancia insalvable entre una idea excelente y una puesta en escena demasiado tibia.

«Contra la gravedad». Marina De Caro.

Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA)

San Juan 350

Hasta el 18 de octubre.

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