Franz Marc (1880 – 1916) fue el artista alemán que fundó junto a August Macke y Wassily Kandinsky el movimiento artístico Der Blaue Reiter. Reconocido por sus pinturas en las cuales otorga a los animales un lugar de protagonismo, con el paso de los años fue abandonando el realismo para acercarse a una visión personal del cubismo que tenía por objetivo exaltar la pureza espiritual de sus objetos de estudio. Para eso promovió ante todo una arbitrariedad absoluta del color. el animal está en constante armonía con la creación y su representación a través de la pintura buscaba dejar en evidencia la «construcción místico interior del mundo».
Trato de aumentar mi receptividad para el ritmo orgánico de todas las cosas, procuro introducirme panteísticamente en el estremecimiento y el correr de la sangre en la naturaleza, en los árboles, en los animales, en el aire… No encuentro ningún medio más feliz para “animalizar” el arte que el cuadro de animales. ¿Existe para el artista una idea más misteriosa que imaginar con qué dicha se refleja la naturaleza en el ojo de un animal? Qué mezquina y sin alma es nuestra convención de colocar animales en un paisaje que corresponde a nuestros ojos, en lugar de hundirnos en el alma del animal para adivinar su círculo visual.
¿qué tiene que ver el animal con la imagen del mundo que vemos nosotros? ¿Tiene algún sentido racional, y aún artístico, pintar un corzo tal como se graba en nuestra retina…? ¿quién podría pintar la esencia del perro, así como pinta Picasso la esencia de una forma cúbica?
Es real y propiamente así: cuando pienso en la vida pequeña y breve de un animalito, no puedo dejar de sentir que fue sólo un sueño, esta vez el sueño de un corzo, otra vez el sueño de un hombre; pero aquello que sueña, el ser, es inmanente, indestructible.
“El mundo es profundo, y más profundo de lo que cree el hombre”. Esto no es un misticismo mío, sino nuestro sentimiento más sagrado de la vida. Es simplemente estúpido decir, de hombres semejantes (como Kandinsky) que su arte sólo fue creado “para algunos mecenas enfermizos, dispuestos a pagar tales exquisiteces”. Comprendimos que en el arte se trata de las cosas más profundas, que la renovación no puede ser formal, sino el renacimiento del pensar. La mística despierta en las almas y, con ella, los elementos antiquísimos del arte.
Desde muy temprano, el hombre me impresionó como “feo”; el animal me parecía más bello, más puro; pero también en él descubría tantas cosas feas y que me repugnaban, que instintivamente mis representaciones como por una compulsión, se hicieron cada vez más esquemáticas, más abstractas. Los árboles, las flores, la tierra me mostraban, años tras año, aspectos más feos y repugnantes, hasta que de pronto se me hizo plenamente consciente la fealdad de la naturaleza, su impureza. Es tal vez nuestro ojo europeo el que envenenó y deformó el mundo.
“Franz Marc”, Klaus Lankheit, Berlín, 1950
esta buenísima las imágenes n-n