“El primer momento de la existencia de algo” fue el título elegido para la acción desarrollada por la artista Mariana Tellería, que tuvo lugar dentro del campo de juego del estadio de River
A las 19hs, en una cancha vacía y con las luces nocturnas encendidas, un actor ubicado por detrás del arco de la platea Centenario tenía a su alrededor una pila de platos y vasos. Delante suyo una mesa, que una vez cubierta con un mantel a cuadros, procedía a completar con los elementos para cuatro comensales. Al concluir, llevaba a cabo la famosa prueba del mantel, que solo los mozos más hábiles son capaces de realizar, tirando de los extremos del mismo de forma de poder sacarlo sin que los objetos que se le superponen caigan ni se muevan del lugar.
La acción se siguió repitiendo una y otra vez durante la hora que alcanzó de duración. Una acción breve, de tan solo segundos, prolongándose a lo largo de lo que parecía una eternidad. La misma desproporción que se generaba en el tiempo se manifestaba también en el espacio. 2 m2, tal vez 3, ocuparía el performer con todos sus objetos, dentro de un campo de juego de 105 x 70 m y unas graderías de 50m de altura.
Igual de desproporcionado parecía el esfuerzo de reiterar el truco ad infinitum, esperando el momento en que resultara y los platos sobrevivieran intactos sobre la mesa. La performance recuerda el mito de Sísifo, quien fue castigado por los dioses de la mitología griega a cargar una pesada roca por la ladera de una montaña, la cual una vez arriba, volvía a caer hasta el piso. Sísifo debía así reiniciar el camino y volver a subir con su carga en un ciclo infinito que nunca dejaría de repetirse.
No es azarosa la ubicación de laperformance en un estadio de fútbol, ¿qué hay más repetitivo que el entrenamiento de un deporte? Para quien lo ve desde afuera, pocos esfuerzos resultan tan vanos como el que lleva a algunas personas a la práctica deportiva. Los deportistas repiten sus ejercicios incalculable cantidad de veces, intentando en cada una afinar la precisión, la fuerza, la puntería, ajustando detalles ínfimos. La realización de esta acción ideada por Tellería aparenta ser igual de poco conducente que este tipo de prácticas, y sobre todo en lo que a entrenamientos refiere; patear cien veces al arco para que entre una y se cumpla el objetivo al que se dirige tanto esfuerzo.
Un camino similar, pero considerado más útil por el conjunto de la sociedad, es el que realiza un científico o un inventor, al probar infinidad de veces un experimento hasta que del desorden caótico del inicio surja algo decisivo. Decenas de intentos hicieron los dioses en todas las cosmologías indígenas latinoamericanas para concretar finalmente la figura de un hombre que cumpliera siquiera con ciertos delineamientos preliminares.
Tomando como base a Sísifo, Camus escribe un famoso ensayo en el que describe como el hombre se vuelve absurdo al entender la inutilidad de su vida y al ser incapaz de comprender el mundo. Para rebelarse ante esta situación, deberá predominar la cantidad y acumular el mayor número de experiencias posibles, enfrentando así al absurdo sin negarlo. No hay que mantenerse en un estado pasivo o de quietud ante lo absurdo, sino aceptarlo, lo que convierte a Sísifo con su repetitiva y eterna condena en el héroe absurdo definitivo.
A pesar de que los platos rotos se multiplicaban y el truco no terminaba de resultar, la expectación en el público no decaía. Todos nos manteníamos absortos cada vez que el actor con la punta de sus dedos tomaba los extremos del mantel y tiraba de él. Ya resignados, pero sin perder las esperanzas, algunos alentaban y aplaudían ante cada nuevo intento fallido.
De repente, cuando ya se cumplía el horario, comenzaba la deserción en la platea y la performance parecía estar llegando a su fin, el milagro se produce: el mantel es retirado limpiamente y todo se mantiene en su lugar. Como un gol en el último minuto en un partido irresuelto, una sensación de alivio se generaliza. Objetivo cumplido, lo irresoluble encuentra solución. Demasiada casualidad que sea justo en el último instante cuando, por una vez, el truco no falla. Dudamos si fue pura casualidad o si el actor ha sabido realizarlo desde el principio pero evitó su consumación para añadir dramatismo y tensión.
El texto de la curadora Sonia Becce, parece desambiguar nuestra duda: “una intervención guionada hasta el último detalle”. La confesión desilusiona, explicita más de lo debido. Hubiera preferido quedarme con la incertidumbre.
Los espectadores se alejan; el actor, como si con el acierto nada hubiera cambiado, como si no hubiera objetivo a cumplir sino solo una sumatoria de experiencias, amontona los platos y vasos, los deja en el piso y vuelve a comenzar. La lucha contra el absurdo continua. Algún día Sísifo lo vencerá, se liberará de su pesada carga y podrá descansar.