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I

 

La teoría de los multiversos es una de las teorías más avanzadas de la cosmología moderna. Sostiene que hay un infinito número de regiones igual de grandes que las nuestras: los universos paralelos, donde las cosas pueden comenzar aleatoriamente, donde todo puede suceder, o cualquier cosa que pueda haber sucedido pero no pasó, sucederá en otro lugar.

Lo cierto es que al entrar en «Condición y cabeza”,  la exposición de Max Gómez Canle  en la Fundación Federico Klemm, este desvío temporal se hace evidente. Encontramos allí todo tipo de imágenes  artísticas pertenecientes a un período histórico previo a la aparición del dispositivo fotográfico, cuando las artes plásticas no sólo cumplían la función de deleite estético, sino que se constituían en documentos históricos y culturales acerca de prácticas, costumbres, hechos acontecidos y registro de personalidades destacadas.

Se reproducen entonces las escenas del Génesis,- Eva y Adán en estado pecaminoso-, la imaginería cristiana de las vírgenes y los santos; los retratos de la realeza y personas de alta alcurnia; la recreación de pinturas y grabados de grandes maestros del Renacimiento y el Romanticismo; toda una historia de la cultura occidental.

 ¿Qué diferencia esta recopilación de imágenes, en este gabinete en que se convirtió la sala de exhibición, de cualquier libro de historia del arte que reúna estas mismas obras? Que aquí los seres humanos que protagonizan las imágenes aun tienen pelo, no sólo en la cabeza como los contemporáneos, sino a lo largo de toda su cara y su cuerpo,  cubriéndolos casi por completo. Son nuestras historias, nuestros reyes y príncipes, nuestros santos, pero intervenidos con rasgos que pertenecen antropológicamente a civilizaciones anteriores a las nuestras.

Los procesos aleatorios cuánticos provocan la ramificación del universo en múltiples copias, una para cada posible universo. Esta interpretación concibe un enorme número de universos paralelos. Una consecuencia interesante de un multiverso es cómo afecta éste a la naturaleza del tiempo. Mientras que tradicionalmente se considera que el tiempo es una manera de describir los cambios, la existencia de mundos paralelos que abarcan todas las posibles configuraciones de la materia, permite redefinir el tiempo como una manera de secuenciar estos diversos universos. *¹

Una bifurcación se produjo en nuestro tiempo. Una grieta en la civilización marca un recorrido diferente. La variación en los genes aun no sucedió o no se mostró necesaria para la evolución de la especie. La caída del vello corporal tardará unos siglos más de lo que se suponía; la depilación aun no se volvió moda y obligación, y las semejanzas con el estadio anterior del hombre aun son patentes.  Las piezas que vemos en esta exposición se convierten entonces en el registro tanto artístico como antropológico de una cultura, que se nos asemeja mucho pero que no termina de pertenecernos.

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II

Al menos desde “Suite d’or”,  (Centro Cultural Recoleta, 2007), las exposiciones individuales de Max Gómez Canle se constituyen más notoriamente como instalaciones en sí mismas antes que como exhibiciones. No se trata tan solo de una agrupación de objetos dispuestos en el espacio, producidos en un período más o menos acotado de tiempo. Hay mucho más.

Boris Groys *² establece una analogía más que interesante cuando refiere que una exposición funciona como una extensión del espacio urbano, una callecita paralela  y pública en la que uno ingresa y donde los movimientos del visitante se asemejan a los de un transeúnte, observando las casas y las tiendas a ambos lados de la calle. Es un espacio administrado por un curador que se encarga de salvaguardar su carácter público y que actúa en representación de los visitantes. En cambio, el espacio de una instalación es propiedad privada del artista, donde el visitante se convierte en un extranjero que, exiliado, se  enfrenta a una ley sancionada por este mismo artista en defensa de su control soberano. (No es casual entonces la decisión de MGC de carecer en esta muestra de la figura de un curador.)

Es por eso que el soporte material de las exposiciones de Gómez Canle es el espacio mismo, donde las piezas se entretejen entre sí formando un conjunto instalativo indivisible. Establece su propio territorio, su universo paralelo con sus reglas y su legislación, sumergiéndonos en este caso en la apropiación, mediante la condición pilosa de sus protagonistas por un lado, y a través de elementos de su característica iconografía invadiendo silenciosamente las escenas retratadas, por otro.

Mientras no puedo dejar de imaginar cómo habrá sido el desarrollo hacia el presente de este mundo alternativo y distópico, el interés de Gómez Canle por estos seres peludos me lleva a recordar al desesperado protagonista de “La historia del pelo”, de Alan Pauls *³, desvelado por su obsesión:

“No pasa un día sin que piense en el pelo. Cortárselo mucho, poco, cortárselo rápido, dejárselo  crecer, no cortárselo más, raparse para siempre. No hay solución definitiva. Está condenado a ocuparse del asunto una y otra vez. Así, esclavo del pelo, quién sabe, hasta reventar. Pero incluso entonces. ¿O no ha leído que…? ¿No les crece el pelo también a…?”                                                                                                                    

Condición y cabeza

Fundación Klemm, Marcelo T. de Alvear 626

Hasta el 23 de diciembre de 2016. Entrada gratuita.

https://universoparalelo14.wordpress.com/2014/08/18/multiversos-la-teoria-cientifica/

*² Boris Groys. Volverse público. Buenos Aires.  Caja Negra. 2016.

*³ Alan Pauls, Historia de pelo. Buenos Aires. Anagrama. 2010.

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